Publicado originalmente en forma impresa en:
Hernández N. (2018). Reflexiones Humanas para una Conciencia Fiscal. En Revista Veritas. México: Colegio de Contadores Públicos de México, A.C. LX11, 1759 (Marzo, 2018). 30-31
Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos. -Viktor E. Frankl
Hemos llegado a un nivel de crisis social mundialmente alarmante porque detrás de ella hay muchos factores de índole económico, político, ambiental y de fenómenos naturales, cuyos efectos se reflejan finalmente en la sociedad. Pero todos estos factores los resumo en uno solo: el factor ético. Hablar de ética es hablar de la personalidad individual, de la forma de ser, de una morada, de la capacidad de poder ser genuinamente uno mismo, de autoconocerse y reconocer los propios valores. Es haber crecido y sido educado en un medio ambiente en donde se haya recibido equidad en derechos a una vida digna y a un trato justo, siendo éstas las condiciones básicas para aprender a ser así con el prójimo y poder integrarse a la sociedad actuando a la vez con libertad, equidad y justicia.
Enfocando esta crisis a nuestro país, cabe considerar que una gran parte de su población carece de tales condiciones estando marginada de derechos humanos; y llevamos cientos de años sin que como sociedad mexicana -gobernantes y ciudadanos- podamos poner una solución. Entonces los invito a reflexionar en ¿por qué no podemos mirar en su esencia el sistema tributario, esto es, como una herramienta para la equidad y justicia social?
Con esta pregunta, volvamos la mirada a nosotros mismos, para ser partícipes de la sociedad no solamente en derechos, sino también en obligaciones, como la establecida en nuestra Ley Suprema (la Constitución) en relación con el hecho de contribuir llanamente al gasto público. Por supuesto que un sinnúmero de inconformidades ante los actos de gobierno es válido y respetable, sin embargo, todos somos también responsables de coadyuvar activamente en el desarrollo de nuestro país. Parafraseando la cita mencionada al inicio de este escrito, creo que los mexicanos hemos llegado al punto en el que nos encontramos ante el reto de cambiarnos a nosotros mismos, cada uno. Un cambio personal no se da por pensarlo simplemente ni por “echarle ganas al asunto”, no es fácil cambiar hábitos y conductas arraigadas durante toda una vida; la condición primaria para una transformación auténtica es el reconocimiento y la aceptación personal de lo que estamos haciendo mal todos, para tomarnos en serio y decirle sí al cambio. Esto se hace factible si empezamos por prácticas cotidianas de reflexión personal interna que nos permitan escuchar la voz de la conciencia, la que es capaz de revelar los valores personalmente sentidos, de hacer un juicio íntimo de nuestros actos y de guiarlos hacia una actitud ética.
REFLEXIONES PARA EL DESARROLLO DE UNA CONCIENCIA FISCAL
Basta con mirar la historia de la humanidad y las crisis que en sus diferentes épocas se han dado, para darnos cuenta de qué es lo que ha movido al hombre durante el paso de los siglos y cómo esas crisis marcan procesos de cambio. El poder para la riqueza, para el dominio y la supremacía, ha representado el falso motor que mueve a la humanidad y resulta el tema central de la historia y de las guerras, nos ha llevado a las divisiones territoriales y religiosas, a las jerarquías sociales, a la opulencia por un lado y a la miseria por el otro; yendo más lejos, al saqueo de los recursos naturales. Hechos como estos conforman el origen de la inequidad social y de nuestra realidad de hoy, misma de la que necesitamos darnos cuenta. Esta búsqueda constante del poder ha llevado a nuestro país a contenerla mediante la creciente imposición de medidas para prevenir la corrupción y los negocios ilícitos, así como al ejercicio de una extrema fiscalización.
Al hablar de corrupción y de actividades ilícitas hay visiblemente daños al valor de la persona que consume drogas, al valor del animal exótico en extinción, a la seguridad del consumidor de un servicio de mala calidad, por ejemplo; pero en cambio, no resulta fácil el percibir -como ciudadano- el valor que está detrás de la obligación de pagar impuestos. En este caso es necesaria una cultura de aceptación y respeto por la soberanía y potestad tributaria del Estado para la imposición de impuestos que -en esencia- gravan la riqueza como medida de contribución solidaria al gasto público, para la generación de servicios en beneficio de todos.
La reflexión que a continuación propongo es: ¿por qué esta tendencia nuestra a buscar la disminución de esta contribución destinada finalmente a favor de la sociedad misma? Más allá de las múltiples justificaciones, muchas de ellas en torno a la desconfianza por el destino de lo recaudado o a la experiencia de ver disminuidos los propios ingresos, mejor intentemos ahora escuchar lo que dice la propia conciencia para dar una mejor respuesta a esta interrogante.
Cabe meditar también en aquellas contribuciones a cargo de una organización cuyo beneficio es para una sociedad específica y directa: los trabajadores. Las situaciones en las que se encuentra un negocio para hacer frente a las obligaciones fiscales laborales son muy diversas, así como los problemas financieros que dificultan su adecuado cumplimiento. Hay muchos aspectos de tipo operativo y funcional que llevan a la decisión de cambiar a los trabajadores a una modalidad de servicios de outsourcing o insourcing afectando inevitablemente sus derechos. Sin embargo, hay una gran cabida para hacer un llamado a la reflexión ética sobre las formas de contratación, así como sobre los actos y decisiones empresariales que afectan la calidad de vida y derechos de los trabajadores tanto en su vida laboral activa como al momento de su retiro. Los negocios se enfrentan a los cambios inesperados de su entorno externo sobre el cual no es posible ejercer control, pero sí está en sus manos la habilidad para responder a sus demandas; el problema es que en esas respuestas no siempre se considera lo que también sea justo y beneficioso para los trabajadores, además de lo que corresponda en justicia al negocio mismo.
CONCLUSIONES
La obligación constitucional de todos a contribuir al gasto público puede convertirse más bien en una responsabilidad de cada uno de nosotros si nos abrimos a descubrir su valor. Puede sonar a utopía, pero la necesitamos como orientadora de un nuevo camino en sociedad para lograr metas, una muy grande es la educación para todos, la formalidad en el comercio, mejorar las medidas anticorrupción, lograr la recaudación fiscal estimada, entre otras.
Regresando al primer cuestionamiento de este escrito, relativo a mirar la esencia del sistema tributario y encontrarlo como una herramienta para la equidad y justicia social, pienso que esto se logra asumiendo nuestra ciudadanía y responsabilidad para participar activamente en dicho sistema y en el desarrollo de México. Dentro de la sociedad todos tenemos una función para aportar algo, ya sea a través de nuestro trabajo y profesión, o como miembros de una familia u otro grupo social. Más allá de reglas, medidas y sanciones, que también son necesarias, nuestra sociedad necesita educación para aprender a convivir, equidad en derechos humanos, darnos un espacio cotidianamente -aún en medio de la prisa y la modernidad- para un encuentro personal hacia la reflexión de los propios valores y volver a nuestra esencia misma.
¡Este es el camino para formarnos una conciencia fiscal!
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